viernes, 27 de marzo de 2015

Pro-vocación

Vayas donde vayas siempre hay un gilipollas dispuesto a decir en voz alta: no, es que a mí no me gusta la poesía. Y quedarse tan ancho. ¿No me gusta la poesía? ¿Has escuchado a alguien que diga no me gusta la música, paso del cine, me aburre la pintura? puedes detestar el reggaeton o dormirte con el jazz, ser incapaz de tragarte una peli de miedo o vomitar con las comedias románticas. Puedes mearte en un cuadro de Miró o bostezar frente a las Meninas de Velázquez. Pero siempre se le concede el derecho a la oportunidad a cualquier arte, porque nunca sabes cuando te va a pillar por los huevos para hacerte estremecer con sus embestidas. Nunca sabes cuándo va a posarse sobre ti y anidar follándote hasta que no puedas pensar en otra cosa. En eso consiste al final. Y sin embargo, hay tantos y tantos que dicen sin ruborizarse que no les gusta la poesía que casi da rabia, joder, que te cabrea hasta ese punto en el que amenazas: te vas a enterar tú y todo tu mundo de notienesniputaidea que vas abanderando.

Y pegas un puñetazo en la mesa, tan fuerte que hasta te haces daño.

Poesía. De esto se trata. Me la he comido cruda y con patatas, con lubricante y sin preservativos, la he visto desnudarse o cubrirse con vergüenza de metáforas. La he visto huir y quedarse, sobria recién levantada y borracha tras una vida con ojeras. Seria o llena de risa, la he tocado, besado, hecho el amor y llorado su ausencia. Y sin embargo, puedo decir con absoluta fe en los imposibles que no tengo ni puta idea de en qué consiste ese milagro de 6 letras. A veces me lo preguntan y me quedo callado. Como pensando la inconcreción de tamaña respuesta. Tengo claro que la poesía no es pulsar la tecla de intro al final de cada frase. Incluso tengo mis dudas respecto a la importancia de las letras y las palabras dentro de ella. De que exista la necesidad de algo para crearla. Más que lenguaje, la siento lengua. Me basta una forma de pegarle un trago a la cerveza para indefinirla. De inspirarse en una calada. Un beso en mitad del frío. Pero si tengo que ponerle un disfraz de términos para reducirla a palabras, me quedo siempre en el intento, o me defiendo tras un no me da la gana, y tan tranquila. Por eso, cuando alguien dice “no me gusta la poesía” lo único que pienso es: tú no tienes pero ni puta de lo que hablas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario