domingo, 22 de noviembre de 2015

Y preguntarte si aún sueñas conmigo

El vaho en mi ventana pide que escriba con el dedo las verdades que ofenden a la cobarde rutina. Si te viera ahora esperando en el semáforo;  tal vez bajaría corriendo y te perseguiría, aunque creo que lo afirmo por que las probabilidades son ínfimas.

Remuevo el café con la misma inercia que lo mantiene casi todo ahí fuera  y descubro una pestaña en este que me recuerda a mí: un producto de mis ojos esperando una mano que lo retire de la acidez de tantas mañanas que empiezan a las nueve de la noche. Tal vez mi defecto virtuoso sea seguir oliendo a mierda aún cuando los excrementos se perfuman .

De vientos silvestres estaban hechos nuestros sueños urbanos, de amapolas vacilando a  la basura,  de colores opositores  de la dictadura del blanco y negro. Que me quede sin voz si no me partí la laringe con las palabras para no firmar con un me rindo las notas que peguéen la nevera de mis  monstruos...
Me cansé de recordárselo y la emprendí a patadas con estas..Se abrió y sorprendido vi como almacenaban los besos que no sabía cómo darte. Ahora los tengo en mi mano junto a una pestaña  que debería ser patrimonio de tu cama.

Así que si te veo aguardando a que se ponga en verde  espero tener cojones para bajar corriendo y preguntarte  si aun sueñas conmigo.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Adaptación de Rakastaja

Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. A los dieciocho años ya era demasiado tarde. Entre los doce y los dieciocho años mi mente emprendió un camino imprevisto. A los dieciocho años envejecí. No sé si a todo el mundo le ocurre lo mismo, nunca lo he preguntado. Creo que me han hablado de ese empujón del tiempo que a veces nos alcanza al transponer los años más jóvenes, más gloriosos de la vida. No todo el mundo es feliz durante ese tiempo. Ese  envejecimiento fue brutal. Vi cómo se apoderaba  de mis rasgos uno a uno, cómo cambiaba la  relación que existía entre ellos, cómo agrandaba  los ojos, cómo hacía la mirada más triste y la boca  más definitiva. Vi cómo poco a poco me iba transformando en, por metafórico que fuere, una kamikaze.

Años después, la bomba sigue sin explotar.
Inmolarse siempre fue una buena opción.