domingo, 5 de junio de 2016

So broken inside

Qué difícil es estar rota por dentro.
A la mínima emoción, al mínimo sentimiento...notas como cada pedacito de tu alma se clava más.

El cuerpo tiende a acostumbrarse. Soy capaz de volver a ser feliz, de dejar atrás todas y cada una de las cosas que en su momento me hicieron estar mal. Pero, de vez en cuando, de manera inesperada, noto como vuelven a aparecer, de manera sutil, esos pensamientos que me recuerdan mis raíces, quién soy y porqué no debo olvidarlo.

Estaban en lo cierto cuando dijeron que los ojos son el reflejo del alma. Pues el alma no es más que una urna de cristal en la que se esconde todo aquello que construye tu ser, desde lo más oscuro y profundo hasta lo más natural. Y eso está genial hasta que se resquebraja, cada día un poquito más, y un día notas como todo se ha hecho trizas... Esos cristales permanecen ahí, entre tus miedos, tus aspiraciones, tus alegrías...

Pero ahora esos cristales se clavan y van creando heridas que cada vez tardan más en curarse.
Intento que no me duelan, que me dejen avanzar y ver todas las cosas buenas que tengo a mi alrededor, que no me nublen la vista y me impidan pensar con claridad que todo cada día es un poquito menos malo y que tengo grandes cosas a mi lado.

Lo malo comienza cuando te dejas llevar, cuando estás cansada de aguantar, de echarle cara, cuando prefieres darle rienda suelta... y te hundes.

Y lo más jodido es volver a levantarse y alcanzar un estado emocional estable de nuevo.

En definitiva, mi vida es una constante subida y bajada, es como estar sumergida en un tsunami de emociones tanto buenas como malas y tu objetivo principal: sobrevivir; que se calmen las aguas.