jueves, 9 de octubre de 2014

RCK

La gran virtud de los amigos verdaderos es amarse mutuamente, la gran necesidad es que exista una relación de semejanza e igualdad entre ellos. La amistad por interés surge por contraste, precisamente para compensarse mutuamente lo que les hace falta.

Probablemente ese fue nuestro peor error. Pura matemática. Negativo por negativo: positivo.

Qué pena que no se pueda aplicar a una relación como la nuestra.
Esto era negativo por todos lados. Pero aún así nunca nos faltaron fuerzas para intentar convertirlo en positivo.
A veces hasta lo lográbamos. Cómo cuando unes dos imanes con todas tus fuerzas, sólo basta una mínima relajación para que se separen estrepitosamente.

No existía un tú sin un yo, ni un yo sin un tú. Nos complementábamos como nadie antes lo había hecho.
Vaciábamos nuestro vacío (valga la redundancia) en el vaso de la otra y así sucesivamente hasta que creábamos un pozo sin fondo.

Era una amistad insana, casi como un vicio, que si te lo quitan duele pero te acabas alegrando. 
Aunque en cualquier momento de debilidad necesitas recurrir a ella.

No soy orgullosa para esos temas, y he de admitir que probablemente es una de las mejores amistades que he tenido. Pero el tiempo corrompe todo. Absolutamente todo. Y la confianza, esa puta hace que todo sea asqueroso.

¿Cómo hemos sido capaces de dejar que se destruya, que se haga cada vez más pequeña?
¿cómo hemos osado si quiera a replantearnos nuestra vida sin la otra?

Has sido la persona que más he odiado, que más he deseado que se fuese lejos, muy lejos. 
Pero por la que mataría y a la que pondría un chip de rastreo si se va a más de 100 km de mí.

Es la única manera que se me ocurre de decirte que aquí sigo, que me gusta tropezarme cien mil veces con la misma piedra aunque me haga daño. Porque lo que proporciona me hace cien mil veces más feliz de lo que podrían hacerme jamás.
Dejemos de echarnos culpas absurdas, de guardar rencor, de buscar excusas...
Empecemos de nuevo como si pudiésemos borrar los malos recuerdos.