domingo, 18 de octubre de 2015

???

Dicen que eso de ahí fuera se llama lluvia.
Me han hecho creer que esas gotitas que caen de las nubes son producto de un ciclo de la natureleza.
Los muy bobos nos han convencido de que es el agua del mar que se ha condensado, se ha ido a las nubes y voilà!

Pero no.
Me niego.
Negativo.
Cero.
Rotundo.

Estoy segura de que nos mintieron cuando decían que las lágrimas no podían apagar incendios.
Y si no que se lo digan a las nubes.

lunes, 12 de octubre de 2015

Venga, reconfórtame un ratito más

Escribir es mi nuevo Dios. Está más que confirmado. Tengo un día horrible, ¿qué hago? Escribo.
Pero claro, considerando que escribir es el sucedáneo de rezar se vuelve a la raíz del problema (de mi ateísmo claro).
No podemos poner nuestras esperanzas de 'salvación' en nada ni nadie. No podemos inventarnos algo maravilloso en lo que reposar nuestra fe y dejarla ahí, quietecita, con la seguridad (si es que se le puede llamar así a creer en algo imaginario) de que nos amparará en algún momento. 

Aquí se confirma mi teoría de que somos todos tontos. ¿Quién fue el primer cobarde que ante un problema decidió pedir ayuda a un ser todopoderoso que, no sólo se supone que te va a hacer la vida más llevadera, si no que encima te está preparando un sitio que te cagas para cuando te mueras? Desde luego imaginación tenía pa' llena cuatro barcos.
A mí que me dejen de volver a vivir post mortem, no sé vosotros.

Por si ya no era suficiente, este ser se dedica a jodernos la vida con mil requisitos: que si rezarme, que si querer al prójimo (ya puedes tener al prójimo más cabrón a tu lado que tienes que quererlo), que si no peques... vale hasta ahí bien. Pero ahora dime, Dios, dime qué proporcionas tú, digo Tú.
Definitivamente nos va el masoquismo, nos encanta dar sin recibir nada a cambio y encima autoconvencernos de que es lo correcto.

Pero eh, que sí, que escribir es mi nuevo Dios. No hay cosa que me reconforte más que inventarme que algo me reconforta.
O sí.